Sebastián Castella, rey en Palencia con una faena de figura y petición de indulto

 La plaza de Campos Góticos vivió una tarde de toros marcada por la dimensión de Sebastián Castella, que firmó dos faenas de gran poso, especialmente la segunda, frente a un toro de Núñez del Cuvillo al que incluso se pidió el indulto. El francés salió a hombros tras cortar tres orejas y ratificó su extraordinario momento como torero de figura. José María Manzanares paseó un trofeo de peso frente al quinto, mientras que Pablo Aguado se fue de vacío tras pechar con el lote más deslucido del encierro.

Sebastián Castella, la consagración de una figura

Castella abrió la tarde con un saludo a la verónica a pies juntos, templado y torero, al primero de la corrida, un animal noble y con recorrido aunque justo de fuerzas. El francés entendió bien sus limitaciones y lo llevó siempre a media altura, cosido a la muleta para favorecer la ligazón. Por el pitón izquierdo la embestida perdió limpieza, de modo que Castella volvió a la diestra para acortar distancias y terminar con una labor poderosa entre los pitones. La estocada fue efectiva y paseó la primera oreja de la tarde.

Pero el culmen llegaría en el cuarto, un gran toro de Cuvillo que dio espectáculo desde salida y permitió que Castella mostrara la plenitud de su tauromaquia. La faena tuvo inicio impactante con cambiados por la espalda y una serie vibrante de derechazos de rodillas que pusieron la plaza en pie. Después, el galo desplegó temple y suavidad por ambos pitones, alargando las embestidas y gobernando con seguridad la nobleza y duración del ejemplar. El público, rendido, llegó a pedir el indulto, pero Castella prefirió rubricar la obra con una estocada en todo lo alto. Paseó las dos orejas de una faena de figura grande, mientras el toro fue ovacionado en el arrastre. Con tres orejas en total, el francés salió a hombros en otra tarde de máxima dimensión.

José María Manzanares, un trofeo de calidad

El alicantino mostró su elegancia habitual en el segundo, un toro con buen son pero de escasa fortaleza. Manzanares se mostró firme y encajado, sacando muletazos de bella factura, aunque la falta de empuje del animal restó limpieza al conjunto. Falló con los aceros y perdió una oreja que parecía segura, quedando su labor en ovación.

En el quinto sí logró redondear. El toro, dentro de la tónica de falta de fuerza, permitió al diestro estirarse a la verónica y construir una faena de medida, con series a media altura y muletazos largos que conectaron con los tendidos. El sello personal de Manzanares apareció en varias series por la derecha de trazo impecable. Una estocada certera le valió la oreja, trofeo que premió su calidad y regularidad en Palencia.

Pablo Aguado, sin opciones

El sevillano Pablo Aguado tuvo el lote más ingrato del encierro y, pese a su disposición y estilo, no pudo redondear triunfo. El tercero, un ejemplar manso y deslucido, le permitió dejar algunos muletazos de gran trazo al natural, siempre en la línea torera y personal que lo distingue. El cierre de faena por ayudados de rodillas tuvo sabor y fue lo más destacado de su actuación.

Con el sexto, el peor toro de la tarde, Aguado apenas pudo mostrar su concepto. El animal embistió sin clase ni entrega, imposibilitando la ligazón y cualquier atisbo de lucimiento. El sevillano se mostró correcto y digno, pero se fue de vacío, sin opciones de pelear por los trofeos.

Balance final

La corrida de Núñez del Cuvillo ofreció un encierro variado, con un gran toro en cuarto lugar que permitió a Sebastián Castella bordar el toreo y salir como el gran triunfador de la tarde y de la feria. Manzanares dejó su sello elegante con una oreja de peso, mientras que Aguado se marchó sin fortuna por la falta de materia prima. Palencia vivió, en definitiva, una tarde marcada por el clasicismo y la dimensión de Castella, que ratificó su condición de figura en un momento de madurez plena.

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