Juan Leal, héroe bajo la lluvia, abre la única Puerta Grande de Bayona


 La última corrida de la feria de Bayona quedó marcada por el diluvio, por la casta de los toros de Buenavista y, sobre todo, por el valor y la raza de tres toreros que se crecieron ante la adversidad. En esa tarde épica, Juan Leal se erigió en máximo triunfador y logró la única Puerta Grande del ciclo francés. Antonio Ferrera, entre la enfermería y el ruedo, dio una lección de entrega que el público reconoció con una oreja y una gran ovación, mientras que Manuel Escribano volvió a mostrar su idilio con esta plaza, cortando un trofeo de mérito tras una labor seria y paciente.

Juan Leal, la raza de un torero macho


El torero galo volvió a demostrar que en Bayona se siente como en casa. Su primer toro, el tercero de la tarde, fue sin duda el más completo del encierro: bravo, exigente y con un gran pitón derecho. Tras brindar a los operarios de la plaza, Leal construyó una faena seria, ligada y de gran calado en los tendidos. Cuando quiso aumentar la emoción con un cambio de manos, el toro lo empitonó por el costado izquierdo. Sin consecuencias graves, el francés se rehízo con valentía y terminó la obra en terrenos de cercanías, imponiéndose a la adversidad. Pinchó antes de la estocada entera y perdió la segunda oreja, aunque el público pidió con fuerza el doble trofeo. Al final, paseó una oreja con sabor a dos.


La gloria plena llegó con el sexto, un burraco cuajado, áspero, de poca raza y tendencia a embestir con el pitón de fuera. El toro ofrecía pocas opciones, pero Leal no se desanimó: se metió entre pitones, lo aguantó con raza y se lo pasó muy cerca, arrancando embestidas donde apenas había materia prima. Fue una faena de pundonor, de entrega total, que el público supo valorar bajo la lluvia incesante. La oreja que paseó tuvo un enorme peso simbólico: le abrió la Puerta Grande como único triunfador de la feria.


Antonio Ferrera, torero herido y heroico


Lo de Ferrera fue la otra gran historia de la tarde. En el primero de su lote, un toro corniabierto y de movilidad desordenada, el extremeño cuajó una faena vistosa y alegre que conectó mucho con los tendidos a pesar de la lluvia. Tras dos pinchazos y una entera, fue volteado de forma aparatosa, marchándose a la enfermería con una oreja en la mano.


Parecía que ahí terminaba su tarde, pero Ferrera reapareció en el cuarto vestido con vaquero y cojeando visiblemente. El toro, serio y bravo, exigía un esfuerzo titánico, y el de Badajoz lo dio todo. En la primera parte de faena toreó algo despegado, pero pronto se enderezó y se lo pasó muy cerca, ligando muletazos en redondo que tuvieron sabor y profundidad. La espada, sin embargo, le jugó una mala pasada: perdió el trofeo tras fallar con los aceros y escuchar dos avisos. La ovación cerrada con la que regresó a la enfermería fue el reconocimiento a un gesto de torero macho, de entrega absoluta.


Manuel Escribano, fidelidad con Bayona

El sevillano Manuel Escribano mantiene un idilio especial con Bayona y lo volvió a ratificar. Al quinto de la tarde, un toro noblón, justo de fuerzas y de escaso fondo, lo trató con paciencia y mimo, sacando muletazos limpios aunque sin poder ligar. Fue una faena larga y de mucho tesón, rubricada con una estocada baja tras un aviso. El público valoró su actitud y dio una vuelta al ruedo muy aplaudida.

Aunque no alcanzó la dimensión de Leal ni el dramatismo de Ferrera, Escribano se marchó con una oreja en su esportón, sumando otro triunfo en una plaza que siempre lo recibe con cariño.


Balance final

La corrida de Buenavista, variada en presentación y juego, encontró en Bayona un escenario épico bajo la lluvia. Juan Leal se llevó la tarde y la feria con una actuación heroica que lo consagra en su tierra como uno de los toreros de mayor raza. Ferrera, entre la enfermería y el ruedo, dejó un ejemplo de entrega sin reservas. Escribano, fiel a su idilio con Bayona, volvió a puntuar. Fue, en definitiva, una tarde de toreros machos y de emociones intensas que quedará en la memoria de la afición francesa.

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