Tarde de Puerta Grande y toreo grande en Tudela: Talavante, El Payo y Aguado deslumbran con arte, raza y compromiso
ALEJANDRO TALAVANTE – Inspiración y rotundidad con el mejor toro
La tarde fue de menos a más para Alejandro Talavante. El viento fue el primer obstáculo de su actuación inicial, condicionando su planteamiento con el primero de Gregorio Garzón. Aun así, el extremeño logró pasajes interesantes por ambos pitones, dejando constancia de su concepto, aunque el fallo con la espada borró el posible premio. Escuchó las palmas, pero la sensación era que había más por ver.
Y efectivamente lo hubo. Con el cuarto, un toro con nobleza y fondo, Talavante desplegó ese toreo de líneas curvas y personalidad que aparece cuando está a gusto. La faena fluyó sin rigideces, con pasajes de gran naturalidad y expresión. Fue una obra suelta, sin ataduras, con momentos inspirados que conectaron con los tendidos. Una gran estocada rubricó su labor, y el doble trofeo fue el justo reconocimiento a una de sus actuaciones más completas del año. Salió a hombros con la rotundidad que merece un triunfo sin dudas.
EL PAYO – Compromiso, entrega y triunfo forjado a pulso
El Payo se ganó su sitio en la Puerta Grande de Tudela con base en su entrega. No tuvo el lote más claro, pero fue el que más exprimió sus opciones. El segundo, reserva y de mala condición, exigió recursos y firmeza. El mexicano, con suavidad y buen gusto, logró muletazos templados por ambos pitones que supieron a toreo caro. Lo mató muy bien y pasó una merecida oreja.
El quinto no le dio opción: un toro descompuesto, que perdió las manos y terminó derrumbado sin poder continuar. Sin descomponerse, El Payo pidió el sobrero, decidido a no quedarse atrás en una tarde de competencia. El de regalo tuvo movilidad y cierta clase, y ahí el torero azteca volvió a mostrar su sello, cuajando una faena elegante, templada y seria. Cortó la oreja necesaria para acompañar a Talavante y Aguado en la salida en hombros, ganándose un sitio de peso en la tarde y en la feria.
PABLO AGUADO – Arte y temple en su momento más alto
Pablo Aguado atraviesa un gran momento y lo volvió a dejar claro en Tudela. El tercero, uno de los mejores toros del encierro, encontró en el sevillano un intérprete ideal. Desde el saludo capotero hasta los remates finales con la muleta, Aguado bordó el toreo con una naturalidad y un sentido estético que encandilaron al público. Los ayudados en el estribo, las tandas por ambos pitones y los adornos finales fueron simplemente una delicia. Una estocada sin puntilla remató una faena de dos orejas que fue, sin duda, una de las más completas de la tarde.
Con el sexto, de condición más deslucida, Aguado volvió a mostrar su compromiso con la tarde. No se arrugó ni se refugió en el lucimiento fácil: exprimió lo que pudo y dejó detalles de su elegancia innata. El fallo con el acero le privó de repetir trofeo, pero quedó claro que su temporada camina por la senda del triunfo sólido. Salió a hombros, y con argumentos.
