Morante deja detalles, pero se va de vacío en Santander

 


Cuatro Caminos, Santander – 21 de julio de 2025

No hubo temporal ni tormenta. Ni meteorológica, ni taurina. La lluvia fue un espejismo y el toreo una promesa incumplida. Morante de la Puebla, siempre esperado, volvió a marcharse sin premio. Porque no hubo suerte, ni materia prima. Solo detalles. Solo arte suelto. Y, aún así, dejó aroma.

Desde el primero, un toro de El Pilar sin transmisión, se vio que el guion de la tarde iba a ser cuesta arriba. Morante lo recibió con primor a la verónica, sobre todo por el pitón izquierdo, y abrió la faena con muletazos altos que recordaron lo que pudo haber sido. Incluso dejó un natural eterno, de esos que cortan el tiempo. Pero el toro no lo acompañó. Estocada y ovación de respeto.

En el tercero, de Domingo Hernández, las cosas se torcieron de verdad. El animal, escaso de brío, se metía por dentro, y Morante fue arrollado al quedarse en el sitio. El golpe en el pecho fue duro. Aun así, se repuso y trató de exprimir lo que no tenía. Sin chispa, sin bravura, el toro se apagó. Silencio tras fallar con la espada.

El quinto fue quizá el episodio más extraño de la tarde. Un toro justísimo de Álvaro Núñez que, tras los lances, motivó a Morante a señalar un problema de visión. Cedido el testigo a Iván García, parte del público no entendió el gesto. Pero volvió Morante para la muleta, y firmó una faena de mérito ante un toro descompuesto y difícil. Se fajó con él, sin limpieza pero con raza. Metió la mano con habilidad. Escuchó ovación... aunque no saludó.

No fue una tarde de gloria para Morante. Tampoco de historia. Pero sí de torero con vergüenza, que pese a la falta de toro no renunció al compromiso de intentar lo imposible.

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