Juan Ortega, una ovación de verdad en una tarde sin historia
Cuatro Caminos, Santander – 21 de julio de 2025
Había promesa de oro en el cartel: Juan Ortega mano a mano con Morante, tres ganaderías y el marco de Santander como testigo. Todo estaba cuidado... menos lo esencial: el toro. La corrida se vino abajo desde el sorteo, y solo un momento de inspiración de Juan Ortega en el segundo mantuvo en pie la ilusión. Lo demás fue lucha contra lo imposible.
El segundo fue su única ventana al toreo grande. Un toro de Domingo Hernández, bajo y armónico, sin fuerza pero con ese ritmo que Ortega sabe acariciar como nadie. Lo recibió por doblones mientras llovía intensamente, en un inicio que ya apuntaba a obra mayor. Y la hubo. Porque el sevillano templó en redondo por el derecho y se olvidó del tiempo al natural. No era una faena rotunda, pero sí profunda, de esas que calan en el alma. La espada, al segundo intento, cerró el camino al premio. Pero no al reconocimiento. Ovación sentida.
Después, lo imposible. El cuarto, un colorado de El Pilar de pecho desarrollado, nunca quiso ir hacia adelante. Ortega insistió, buscó, propuso... pero el toro no respondió. Escuchó un aviso tras pinchar hondo.
El sexto, de Álvaro Núñez, fue aún más ingrato. Sin clase, embistiendo sobre las manos, deslucido y descompuesto. Juan Ortega lo intentó con paciencia, sin alharacas, como quien respeta su oficio. Pero con eso no bastaba.
📌 Ortega se fue en silencio, sí. Pero su segundo toro dejó algo más duradero que un trofeo: el eco de un toreo puro, que en tardes como esta pesa más que el metal de una oreja.
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