Jarocho: clasicismo sin premio en un lote imposible
En el cartel que Roca Rey acaparaba por la expectación, Jarocho se presentó con el aval del toreo clásico y una estética reconocida por la afición más exigente. Sin embargo, la suerte le negó el triunfo rotundo: su lote fue el más complicado del encierro de Victorino Martín , dos toros con falta de entrega, sin humillar y con un punto de mansedumbre sorda que pusieron a prueba la firmeza y el oficio del torero.
Jarocho no defraudó. Tiró de sus recursos, apostó por su concepto y dejó destellos de calidad, aunque sin posibilidad de redondear.
Tercer toro: la muleta clásica ante la prueba sin entrega
El tercero de la tarde, largo, serio y despegado del suelo, marcó desde el principio su condición reservada. Escarbó, esperó y no se entregó nunca . No humillaba ni regalaba la embestida.
Jarocho se mostró muy asentado desde el principio , apostando por su estética personal. En ocasiones, la colocación algo retrasada de la muleta le impidió ligar con continuidad, pero cada muletazo fue una declaración de clasicismo. Estuvo firme, sin alharacas, frente a un toro que no dio facilidades. La faena fue más que digna y valorada por la plaza. Mató de una buena estocada al primer intento. Ovación.
Sexto toro: un gigante sin alma
El último del encierro fue el toro de mayor volumen de toda la corrida, de gran caja, pero sin entrega ni movilidad. Su excesivo cuerpo ocultaba una falta de raza evidente. Aun así, Jarocho no cambió su patrón y volvió a apostar por la pureza y el trazo largo.
Los mejores momentos llegaron de uno en uno , con muletazos templados y muy bien rematados. No hubo opción de ligazón por la falta de inercia del toro, pero los detalles sueltos calaron. A la faena le gustó, especialmente por la forma de hacer frente a un enemigo tan parado. Solo el pinchazo y la estocada baja le privaron de cortar una oreja. Vuelta al ruedo.
Conclusión: verdad clásica ante el viento en contra
Jarocho se marchó de Santander con el respeto ganado y la sensación de que había hecho todo lo que se puede hacer cuando no hay toro . Su concepto de torero clásico, asentado, sin efectismos, se impuso a dos astados deslucidos. No hubo triunfo sonado, pero sí una reivindicación de que en el toreo, el gusto y la verdad también son capaces de llenar los silencios con profundidad.
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