Damián Castaño, el héroe de Santander: entrega, torería y Miuras sin concesiones
La de Damián Castaño este 21 de julio en Santander no fue una faena cualquiera. Fue una lección de torería y verdad , una de esas tardes que devuelven el sentido heroico a la Fiesta y que se clavan en la memoria del aficionado. Fue la tarde de un torero roto por dentro pero entero por fuera, que salió a matar una corrida de Miura con el gemelo abierto , después de abandonar el hospital apenas 24 horas antes, infiltrado, cojeando, con la carne viva y la fe intacta.
Ya es un símbolo la escena: Castaño vestido en la enfermería , con el blanco y plata fundiéndose con la cal del patio de cuadrillas de Cuatro Caminos. Solo, dolido, infiltrado entre gritos que no escuchó nadie, salvo la pared y el miedo. Pero salió. Salió a jugársela ante Miura. Y no solo cumplió, sino que transformó el dolor en toreo .
Al tercero, serio y encastado, lo saludó a la verónica con aplomo. El toro exigía pies, firmeza, dominio… justo lo que menos tenía el salmantino en su estado. Y aún así, se plantó con un valor frío, seco, torero. Pronto fue prendido: embestida por el derecho, pitón de fuera, y Castaño volteado de fea manera, cayendo con la cara ensangrentada. Volvió sin chaquetilla, herido, pero con la mirada de los que no se rinden . La faena fue una sucesión de muletazos más sinceros que estéticos, dictados por el corazón. La estocada entró al segundo intento. La oreja fue clamorosa, como reconocimiento a la hombría ya la entrega.
El sexto, más apagado y noble, fue como una segunda oportunidad del destino. No pedía pelea, pero sí torería, y ahí Castaño desplegó una muleta pausada, limpia, honda , sacando partido a un toro de menos genio. Corrió la mano con templanza, especialmente por la derecha, dejando sentidos naturales, a media altura, con eco. Parecía que la Puerta Grande se abría, pero la espada, esta vez, se negaba. El público, sin embargo, ya lo había sacado por la del alma.
Porque no fue el trofeo, sino la historia, lo que consagró a Castaño en Santander . Una historia de dolor y honor. De sangre y plata. De esas que convierten al torero en personaje de epopeya. No le hizo falta un rabo ni dos orejas. Le bastó con la verdad.
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