La solvencia torera de Manuel Escribano frente al doble desafío en Santander
En una tarde marcada por la épica de Damián Castaño, Manuel Escribano también escribió su capítulo con oficio, entrega y fidelidad a la verdad del toreo . Le tocó abrir plaza tras devolverse el primer Miura, y en su lugar salió el toro reseñado como cuarto, que corrió turno. Después le correspondió un sobrero de El Pilar que no regaló nada. Frente a ambos, el sevillano ofreció dos faenas honestas, de temple, técnica y cabeza despejada, en una tarde sin triunfos numéricos, pero de madurez torera.
El primero que lidió, cuarto del orden, fue un toro de Miura de buena condición pero mermado de fuerzas . Desde el recibo se intuyó que no habría pelea cruda, sino una faena de seda. Escribano lo entendió al instante. Toreó a favor del toro , suavemente, con mimo, con ese pulso de los que conocen el oficio y la ganadería. Por el lado izquierdo dejó lo mejor, seis naturales largos, sentidos , llevados con mimo y exactitud. El problema no fue de calidad, sino de alma. El animal tenía bondad, pero no había transmisión. En sus propias palabras: "Le hemos hecho todo muy suave y muy bien, sin molestarlo nunca. Era un toro para estar a gusto... pero le faltaba vida". Faena templada, técnica, sin estridencias. La ovación final reconoció el tacto de quien sabe medir la lidia.
Con el sobrero de El Pilar, lidiado en cuarto lugar por el cambio de turno, Manuel Escribano se creció . Se encontró con un toro difícil, rebrincado, sin entregarse , que pedía paciencia y sitio. Y Escribano se lo dio. A base de toques medidos, temple profundo y suavidad, consiguió afianzarlo hasta extraerle tandas muy notables, sobre todo por el derecho. La faena fue de menos a más, construida a fuego lento. Él mismo lo confesaba tras la lidia: “Era un toro costosillo por su forma de embestir… A base de temple, de empujarlo, de darle los tiempos… el toro ha terminado entregándose”. Una obra completa, de recursos y de torero hecho, que habría tenido premio si no llega a ser por la espada. El pinchazo previo a la estocada fue el punto negro. "Me ha dado mucho coraje el pinchazo. Tenía que haber matado una tandita antes. Me he equivocado ahí", lamentaba el sevillano.
Pero más allá de la hoja estadística, Manuel Escribano dejó claro que vive uno de los momentos más sólidos de su carrera . Seguro de sí mismo, con capacidad de lectura, entrega sin alharacas y un concepto claro: cada toro exige su lidia . En Santander, no se le fue ninguno sin que lo entendiera.
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